Estábamos en clase con solo 11 años, quinto curso de la extinta EGB. Era otro día de clase, otro más de muchos en los que esperábamos en nuestros pupitres expectantes la riña de nuestro barbudo profesor José Manuel al cuestionar éste aleatoriamente a un alumno sobre la materia…
- ¡A ver… Vicente Brú! Dígame, ¿que rio pasa por Valladolid?
- ¡El Guadalquivir!
Ante la imposibilidad geográfica de la respuesta del púber, el buen maestro, no con mucha esperanza, concedía la posibilidad de rectificar para evitar echar a galeras al alumno:
- Bueno Brú, te doy otra oportunidad, pero no abuses que este trimestre te he dado ya mas oportunidades que a Platanito.
Todos en la clase reíamos, unos por conocer la burrada que soltó el niño en primera instancia, otros por la cara de compromiso de Vicente, pero ninguno por conocer la historia del mentado Platanito.
La historia de Blas Romero “Platanito” tiene difícil digestión. Como tantos otros, quería ser torero por afición, pero sobretodo por hambre. De la casa cuna al hospicio, condenado por la Ley republicana de vagos y maleantes, sufriendo palizas e incluso durmiendo en perreras… y así, pasándolas putas, llegó con sólo 16 años, a la Plaza de Toros de Vista Alegre, en la llamada “Corrida de la oportunidad” corría el año 1964.
Luis Miguel Dominguín (por aquel entonces propietario de la plaza) le dio 1000 pesetas por faena durante dos años y cartel junto a “El Cordobés”, Pedro Moya “El Niño de la Capea” o Palomo Linares. Y así, de novillero, la cosa no fue mal del todo, pero un novillo no es un toro.
Después de tomar la alternativa, a Blas los cinqueños le daban autenticas palizas, era un esperpento, un fracaso absoluto o eso parecía… Antes tal despropósito los empresarios veían que las plazas se llenaban hasta la bandera, para ver una nueva oportunidad para Platanito, pero no por afición, sino por mofa, para reírse del pobre hombre. Platanito tenia la piel gruesa, y él, que venía de pasar penuria de verdad, se sentía afortunado en cierto modo. Un día, ante un toro que le estaba masacrando, acabo con la taleguilla hecha jirones, la cara sangrando y el cuerpo lleno de arena, ante la descomposición de la cuadrilla, Blas les asertó: “No os preocupéis, todo va según lo previsto”. Despues llegó a torear 100 corridas en un año e incluso grabó una película.
Blas Romero actualmente, vende loterías en las calles de un barrio castizo de Madrid y no sabe bien si prefiere que le reconozcan o no. Nunca revela su identidad al viandante común, pero siempre lleva encima alguna foto suya y se deja ver por los mentideros taurinos.
Y es que, aunque se dice “mas oportunidades que a Platanito”, a Platanito solo le hizo falta una oportunidad, y después no le hizo falta ni torear en condiciones. Salió adelante y se gano la vida bien por un tiempo y no tan bien después.
La determinación por querer salir de un momento duro y haberlas pasado canutas de verdad, vuelven casi invencible al menos pintado. Muchas suerte a todos en la recuperación de este 2020, a por la vieja normalidad.